El enfoque de “estilos de aprendizaje” plantea que las personas tendemos a aprender mejor si los métodos de enseñanza – aprendizaje se ajustan a nuestras preferencias para percibir y para procesar la información. Diversos estudios desarrollados en los últimos 30 años han encontrado que estas preferencias no tendrían mayor impacto en cuánto aprenden las personas, sino que más bien en su satisfacción con el proceso. Dicho de otro modo y, contrario a lo que el sentido común indica, aprenderíamos lo mismo cuando nuestro estilo preferido es considerado en la situación de aprendizaje que cuando las lecciones son diseñadas sin considerar nuestra preferencia. Lo que sí difiere es la satisfacción; los alumnos enfrentados a situaciones que consideran su estilo reportan mayores grados de satisfacción con el aprendizaje, a pesar que el resultado del aprendizaje no difiere mayormente (Hannum, 2009).
Entonces, ¿son importantes o no los estilos de aprendizaje?. Depende de cuánto importe la satisfacción del alumno. En capacitación empresarial, a lo menos, resulta difícil imaginar que quien diseña una actividad de entrenamiento le resulte indiferente si a los alumnos les gusta o no, aun cuando eso no signifique mejorar un ápice la calidad de lo aprendido. Sobre todo considerando que la satisfacción de los empleados es la medida más utilizada para evaluar la efectividad de la función de aprendizaje (Paradise, 2008).
Hannum, W. (2009) Training myths: False beliefs that limit training efficiency and effectiveness, part 2. Performance Improvement 48(6): 25-29.
Paradise, A. (2008) ASTD State of the Industry Report. American Society for Training & Development. ISBN 1-56286-564-1