Foto: la estación del tren - Flickr |
Muchos estudios y reportajes en los últimos años han tratado de describir los cambios que han vivido los chilenos a propósito de la transformación económica que ha vivido el país en las últimas décadas. Algunos fueron realizados con motivo del bicentenario, como el especial de la Revista El Sábado o el estudio que realizó Adimark, presentado en Icare a fines del año pasado, y que tituló “Los nuevos chilenos”.
Matices más, matices menos, estos estudios en general presentan un país con personas más educadas, más individualistas y creyentes en la capacidad personal, más proactivos y críticos, más liberales en la conformación de sus familias, menos apegadas a las jerarquía y más dispuestos a la movilidad social y cultural.
Como muchos de estos estudios son preparados pensando en las personas como consumidores, en general la dimensión laboral no es considerada. El mundo del trabajo es un gran ausente de los análisis en los cambios demográficos que han vivido los chilenos en los últimos veinte años. De hecho, da la impresión que el chileno promedio pasa su tiempo gastando dinero, sin especificar mucho cómo se lo gana.
Por sólo mencionar algunos cambios relevantes, en estos años, aumentó tanto la externalización de funciones que tuvo que crearse una ley que regulara sus abusos, en varios sectores disminuyó el número de competidores a través de procesos de fusiones y compras y han surgido nuevas industrias (los call centers, las viñas y la salmonicultura son algunos ejemplos). También ha habido cambios en la legislación laboral, resistidos muchas veces por los empleadores, como el seguro de cesantía, la ley de semana corrida y el nuevo procedimiento laboral. ¿Qué piensan de su trabajo los chilenos? ¿Ven a su trabajo como una vía para cumplir con sus aspiraciones?, sigue siendo una interrogante en espera de ser respondida.